miércoles, septiembre 15, 2010

Familia


El resplandor de la mañana
toca suavemente el hogar:
las sillas vacías, las hojitas de la jardinera.
La yerba empapada de rocío.

Aparecieron, de repente, dos niños jugando.
Uno se tumba en mi regazo, riendo,
metiendo su cabeza entre mis piernas enfundadas
en pijamas. Lo abrazo.

El otro, a mi lado, pega su carita a mi pecho:
para escuchar tu corazón, me dice. Sonrío y,
papá está afuera, en la acera, toma café, quizá.
La imagen se desvanece con el chirrido de los
vehículos: son las 8:35 de la mañana.

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