viernes, junio 10, 2016

La calle melancolía

"Solo escribe", me ordenaba mi mente. 

Transitaba por la calle melancolía. 
Me detuve un momento. 
Miré al cielo y la posición del Sol me dijo que te vería. 
Te esperé. 
Pero no llegaste. 
¿Dónde estabas? 
Era la hora. 
Pero no apareciste. 
Yo te esperaba con tanta ilusión. 
Supliqué verte. 
Di vueltas en el mismo lugar. 
Me entretuve. 
Pero no tuve la oportunidad. 
No llegaste. 
Mi corazón. Pobrecito. 
No lo podía creer. 
Me insistía: espera. 
Ya no pude más. 
El dolor de tu silueta ausente. 
La soledad intacta. 
Una lágrima, una grieta en el alma. 
Un silencio desolador. 
Mi vida, la lluvia, el invierno. 
Y entonces volví a la calle. 
Melancolía. 

jueves, abril 14, 2016

Emociones de adoquín

Me resulta difícil entender como una "piedra" puede llegar a conmoverme. Gris, dura, impenetrable, fría... y aún así, atractiva, seductora de mis sentidos.
Eso sí, es una piedra especial. Le llaman adoquín. Su origen se les adjudica a los romanos y a los árabes. Entonces, las calles eran construidas con esta especie de ladrillo hasta que se inventó el automóvil y su fama se extendió por el mundo.
Por suerte, todavía algunos países conservan la tradición. Por suerte para mí, lo digo, porque no se imaginan como transitar por calles adoquinadas me roba la respiración.
Cuando era apenas una adolescente y no tenía ningún tipo de sentido por el arte ni mucho menos, me encantaba la Zona Colonial. Recuerdo que, las pocas veces que fui llevada tomada de la mano de mis padres, me la pasaba mirando el suelo. No recuerdo nada más. Ni edificios, ni casas, ni gente... los bloques que formaban la calzada era todo lo que robaba mi atención, revolviendo mi curiosidad.
Crecí con esa fascinación extraña. En mi primera noche en Roma, recuerdo que me tumbe en la plazoleta del Vaticano, primero, para respirar aliviada después de todo lo que pasé para llegar a mi destino (prometo escribir algún día sobre esta historia que ya muchos conocen), y segundo, para disfrutar de aquellos hermosos adoquines. Me pellizcaba sin que todavía pueda creérmelo. Había llegado a Roma, después de todo.
Lo mismo sucedió cuando tuve la oportunidad de conocer Buenos Aires. Si amé caminar entre sus vías bordeada por restaurantes, al igual que en Roma,  fue precisamente por irme perdiendo entre los adoquines, tintados de negro en su mayoría.
Y todos estos recuerdos "adoquinados", resisten en mi memoria, se engrandecen en mi corazón. Anoche, volví a sentir del golpe todas estas emociones. Estuve en la Zona Colonial. Caminé bajo la lluvia y ya bien entrada la noche, las farolas tintaban con un aire de nostalgia aquellas calles tan nuevas y tan antiguas para mí.
Me reproché al llegar a casa el no haber escrito nunca sobre el adoquín. Me prometí hacerlo de inmediato y aquí estoy. Sintiendo aún curiosidad, preguntándome por qué es tan parecido a la realidad, mi amor por el adoquín. Quién tenga ojos para ver, que sienta.

miércoles, abril 13, 2016

Tiempo

Día de trabajo. Difícil, fuerte. Día de dolor. Agudo, palpitante. Día de querer. Mucho, ansiosamente. Día de desear. Con ganas, sin esperanza. Día de recuerdos. Día de noches en silencio. Día en el que no quieres esperar más. Días, día, horas. Día de angustia, de soledad marcada, de tiempos que se desperdician. Día de mirar lo que no debo. Día de debilidad. Días, día, horas. Tiempo.

lunes, febrero 22, 2016

Breve

Tu mirada es como un libro de poemas que no me canso nunca de leer.

domingo, febrero 07, 2016

Little boy

Me desperté y escribí mentalmente con una rapidez intimidante. Estaba demasiado feliz entre las sábanas que no me apresuré en buscar con qué anotar. Me confié demasiado de esta memoria saltarina que piensa en algo diferente cada segundo. 

A la hora que decidí encender el computador para escribir, tuve esa sensación... ¡olvidé cómo empezar!  Para los que no saben, el título y la primera línea son básicos para mí cuando voy a escribir cualquier texto. Y ahora aquí estoy, tratando de remendar los recuerdos mientras hago este prólogo que no estaba supuesto a existir. 

No hay remedio, no logro recordar cómo empezar, sólo el título. Algunos imagino que sabrán que se trata de una película. Varios amigos me la habían recomendado así que tocaba. Anoche me llego a la mente como un rayo cuando todavía estaba en la Eucaristía. Esa era la señal. Cuando llegué a casa, dejé para esta noche a Umberto Eco y después de hacerme un selfie (no me pregunten por qué, porque la verdad es que no lo sé), saqué mi complice-mano derecha de mis pasiones cinematográficas y musicales, y mis audífonos. 

Estuve tentada por Mad Men pero fui fuerte y me dirigí hacia mi objetivo. La fotografía y la estética me atraparon casi de inmediato. El pequeño "Pepper" me pareció encantador. Aunque me resultó un poco lenta al principio, algo inexplicable me mantuvo interesada. 

No estaba frente a un "masterpiece". Lo especial de este largo metraje de 1 hora y 46 minutos es sin lugar a dudas, el mensaje. 

Hubo un momento en el que pulsé enter-pause para reflexionar. ¿De qué tamaño es mi fe? Yo había pedido también, al igual que Pepper, aumentar mi fe. Lo he dicho cientos de veces en mis oraciones: "Señor, aumenta mi fe". 

Sin embargo, en aquel momento me di cuenta que había hecho muy poco para que mi fe aumentara. He pensado tantas veces que la fe depende únicamente de Dios. Y no. La fe también depende de mi. Además de desearla debo, tengo, que trabajar para que crezca. 

"Si tuvieras fe como un granito de mostaza"... esas palabras de Jesús tocaron mi mente y mi corazón. Entonces me di cuenta que no se trata del tamaño "exterior". Eso no es lo que cuenta. Es el fruto. 

Al igual que Pepper, me escudé en mi corta estatura para justificar mis cobardías. Recibí cuando era niña todo tipo de chistes burlones por ser pequeña y eso fue empequeñeciendo también mi estatura interior, mi amor propio. Por supuesto, todo eso hasta que conocí a Jesús. 

Viendo la película recordé todos esos episodios que marcaron mi infancia y parte de mi adolescencia con heridas profundas. Y como Dios había utilizado mi "pequeñez" para mostrarme su grandeza, sanarme y rescatarme de mi propia oscuridad. 

Fui volviendo a repasar que lo importante no es como nos veamos por fuera (ni como nos vean los demás, ni lo que digan), o nuestra "altura" exterior y todo lo que ella implica: muchos reconocimientos, títulos, riquezas, popularidad o fama... Nada exterior dicta quien eres, ni califica lo sabes o calcula lo que vales. 

Valemos por lo que brota de nuestro interior: la bondad, simpatía, generosidad, el amor, la caridad, humildad, el honor, la dignidad... ¡cuántas cosas más!

Yo aspiro a transformar el mundo como lo hizo Pepper: creyendo con todas mis fuerzas, olvidando mis limitaciones exteriores y valorando aún más quien soy y a quienes tengo a mi alrededor. Amando... sobre todo y con todo. Amar es el secreto, es la clave, es el principio y es el fin.

¿Que si la recomiendo? Solo si estás dispuesto(a) a soltar las amarras y lanzarte a creer. Si estás dispuesto a dejar los prejuicios a un lado y darte al menos una oportunidad de apostar a ti. 

Qué importa que las cosas no salgan como quieres o como lo tenías planeado. Han sido como tenían que ser y eso no significa que esté mal. Y habrás hecho, habrás dado el paso. Eso, más que una derrota, es una batalla vencida. 

sábado, enero 30, 2016

En sus marcas

Me quedé mirándolos por el retrovisor. Quería ver cuál de los tres ganaría la carrera. No fue el que alardeó sobre que esta vez no les daría ventaja. Ése parecía el mayor, no sólo porque era el más alto sino porque su rostro así lo delataba. 

Tampoco fue el más pequeño de tamaño. Esa sí que fue mi sorpresa. Cuando salieron corriendo avispados, se quedó atrás y por poco se da por vencido. Pero algo hizo que rápidamente se repusiera del llanto que se avistaba y corrió tan rápido, que alcanzó hasta aventajársele al presumido y casi casi le toca los talones al mediano del grupo, el vencedor, que salió disparado con una sonrisa en el rostro, como si alguien le hubiera adivinado el futuro, diciéndole que iba a ganar... 

Los miré detenidamente a los tres hasta que, despertando del letargo, recordé que tenía que entrar el vehículo en la marquesina, que me aguardaba con las puertas abiertas. Lo encendí y me quedé pensativa unos cuantos segundos más, mientras seguía mirando a los pequeños por el retrovisor. Allí supe de inmediato como titularía la historia. 

Así fue como aprendí la lección: el triunfo es para los que salen adelante con una sonrisa; para los que no se dan por vencidos a pesar de tener todo en su contra; es para los que saben que sus debilidades pueden ser su mayor fortaleza. Es para los que se atreven a soñar. 

Esos tres pequeños, descalzos, me mostraron a Jesús. Y yo me sentí tan inmerecidamente feliz que no pude contener las lágrimas. 

jueves, enero 14, 2016

265 palabras

Mi preludio será breve. Hoy me dio por escuchar a Julio Cortázar leer sus poemas. Cuando salieron de sus labios las primeras palabras, mi rostro se frunció como la primera vez que oí su voz. 

Todavía no puedo definirla (su voz) pero sí lo que me ocasionó: me sorprendí y me desagradó. ¡Ambas cosas a la vez! Si, fue una sorpresa desagradable. Me pareció horrorosa (no puedo evitar reírme mientras escribo esto) pero solo durante los primeros 30 segundos. Luego, el francés que me parecía pronunciarse estropajoso con aquella ronquera, me resultó encantador. 

Por favor, no me juzguen, que Dios sabe que no quiero ser cruel y los que me conocen bien, saben que amo a Cortázar. ¡Es solo que no me esperaba esa voz! La verdad es que no sé que voz esperaba. Había dibujado tanto sus palabras en mi mente que sin tenerlo planeado le había coloreado su voz, con los colores de mi pequeña imaginación. 

Salí del shock y fui directo a la fascinación. Estuve días escuchando y viendo sus entrevistas. Mirando sus gestos detenidamente. A veces sostenía un cigarrillo que parecía olvidar entre sus dedos mientras hablaba. Sus ojos saltones, tan extraños, que miraban fijo y relajado a su interlocutor...

Dije que sería breve así que otro día me dedicaré a las descripciones. 

Entonces, hoy, mientras me reponía de una de mis "emergencias médicas", me dio por escucharlo leer sus poemas. 

De pronto, el corazón me late un poquito más rápido. "Suena" el Capítulo 7, el perfecto poema en prosa dentro de Rayuela. Me cuesta relacionarlo a su voz. Era yo la que, leyéndolo docenas de veces, también le había puesto mí voz. 

Detengo el audio y le doy a retroceder. Le doy "play" y cierro mis ojos... 

Siento el aire, la fragancia oscura... Veo las flores, el dibujo de los labios, la mano, los ojos, el cíclope... el pelo, la luna, el agua. 

Me di el placer de transcribirlo. Quise sentir entre mis dedos la sensación de poder escribir la descripción más perfecta que he leído sobre un beso. Lo hice mientras escuchaba a Cortázar leer de fondo. Fue hermoso. 

Puede que sea cursi. Lo acepto. Me refiero al poema pero sé que yo también lo soy y estoy aprendiendo a vivir con ello.  

Salud "por la descripción perfecta de un beso" en estas 265 palabras. 

Capítulo 7 

"Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua".


miércoles, enero 13, 2016

Cuando débil soy...

"Pero me dijo: te basta mi Gracia; mi mayor fuerza se manifiesta en la debilidad. Con gusto pues me preciaré de mis debilidades para que me cubra la fuerza de Cristo". 2 Corintios 12, 9. 

Creo que esa ha sido una de mis mayores luchas espirituales: sentirme, saberme débil. Cuando llega ese momento en el que solamente puedes depender de la providencia de Dios. 

Me sucede con una frecuencia incómoda. No tener las respuestas, no saber qué hacer, esperar... oh, esperar. 

También en mi cuerpo lo experimento. La medicina demora en su efecto. Y hay cosas con las que sencillamente nos toca lidiar de por vida. 

Hoy, sentada en el "sofá de la oración", recordé la cita bíblica que encabeza este post. La primera vez que "nos encontramos" (la cita y yo) estaba atravesando por una situación que debilitaba mi salud. Ahí aprendí que en todo momento, no solo en las buenas, debía dar gracias y glorificar a Dios. 

Suena a locura. Y ciertamente, lo es. Pablo lo llama "la locura de la cruz". Esa es la cruz que nos salva. 

Así que en este momento abrazo mi cruz. Confío en que todo lo que me sucede tiene que ver con el plan de Salvación que Dios pensó y creo para mi. No es fácil. La incertidumbre se puede sobrellevar con la paz... la paz de Jesús. 

La paz no llega por arte de magia. Porque la fe no es parte de un espectáculo. La fe es producto de una relación estrecha con Dios. De esa relación, uno de sus frutos es la paz. 

Abrazar la cruz tampoco significa resignarse o darse por vencidos. Significa aceptar. Aceptar lo que no puedes cambiar y seguir adelante. Y luchar. Sí, abrazar la cruz es parte de una batalla, sobre todo interior. 

Porque abrazar la cruz (y lo repito a propósito) significa la mayoría de las veces negarse a sí mismo; y créanme, no hay batalla más dura que la que libramos contra nosotros mismos. 

Sentada en el sofá de la oración escribo esta nota. Aquí, ahora, decido una vez más confiar en Dios y en su providencia. Oro por mí y por todos y todas las que están librando una batalla que pone a prueba su fe. Oro por los que como yo, a veces se sienten pequeños y frágiles. Por los que sienten que no pueden pelear por su sueños, porque les abruma el mundo. Por los que están llenos de inseguridad, por los que no saben lo que quieren y por los que aunque lo saben, "no saben" como conseguirlo. 

Oro por los que necesitan paz. Por los que esperan. Por los que están tristes y por los que tienen una tristeza fruto de una herida con Dios... por esos que piensan que Dios les ha abandonado. 

Tú que lees: no sé quien eres... pero estoy orando por ti. 

"Cuando débil soy, fuerte soy". 


viernes, enero 08, 2016

Se rompió el hechizo

Para nada soy una experta; sólo sé que me encanta. Sucede que cuando la descubrí (o cuando ella se dejó descubrir por mi) me impresionó bastante la forma en la que se pronunciaba sobre todos los hechos que le rodeaban. Me parecía hermosa su narración, tan exacta, tan perfecta. Como simulaba ser un pincel entre las manos de un pintor. Por el arrullo con el que dibujaba las palabras... me enamoró.   

Y con el paso del tiempo el amor ha crecido. Sin embargo, debo reconocer que he desperdiciado mis años porque ignoro muchas cosas sobre ella. Me siento torpe. Pero es tan noble que no me lo reprocha y me acaricia con tal dulzura cada vez que me acerco a su orilla, que me hace olvidar los reproches y lo culpable que me siento de romper tantas veces mi promesa de estrechar nuestros lazos. 

Tantas veces le ha puesto palabras a mis sentimientos. Tantas veces me alivia, tantas veces me calma. Tantas veces... ¡bendito sea el consuelo que encuentro bajo tus alas!

A ella este segundo post del año, por ser mi fiel confidente, por no dejarme vencer. 

Este poema, del cubano Raúl Rivero, le he estado buscando desde hace siete años. Lo busqué sin buscarlo en realidad. Obligaba a mi mente a recordarlo, sin éxito. Hasta que hace un par de días me decidí a salir a su encuentro. Y allí estaba, como si supiera que lo buscaba, esperándome. 

Ojalá que la historia termine diferente... que el posadero no llegue, que no toque la puerta, que no rompa el hechizo. 

Hotel amistad 

No sabe que estoy viendo como tiemblan sus manos
cuando le digo en alta voz
que afuera llueve
que esta noche quisiera tragarme su respiración.

No imagina siquiera
que aquí
frente a sus ojos
estoy llenando de ella este papel.

No puede
no quiere pensar
que la última noche
me la estoy llevando en un poema
que ahora cuando este cuarto deprimente
de la calle Industria
comience a ser olvido
ruido de besos
nada
se hundirá para siempre nuestro pequeño reino
empezaremos a divulgar nuestros secretos
porque ya se cumplieron las tres horas.

Se rompió el hechizo.

El posadero llama ruidosamente a nuestra puerta.

Raúl Rivero
Cubano

miércoles, enero 06, 2016

Mi regalo de Reyes

Cuando era muy niña -debía tener unos 8 o 9 años- me encantaban las libretas con rayas. Las blancas y las amarillas. No puedo decir con exactitud cuál de las dos me gustaba más. Creo que, como en todo, las prefería según mi estado de ánimo. Puedo recordar mientras escribo que la amarilla era para juegos y escritos espontáneos; la blanca para apuntes más responsables, como las tareas del colegio; soñaba con poder usarla en vez que al cuaderno. Me parece que alguna vez "burlé el sistema" y lo hice. 

No sé de dónde saqué esa fascinación por las libretas... ¡ah! y por el lápiz de carbón #2. ¡Lo amaba con locura! Me perdía durante mucho rato disfrutando del olor del carbón sobre las hojas y borraba con sumo cuidado los errores para que no se manchara. Entonces quedaba un no tan sutil aroma de goma sobre el papel... no lo puedo describir. De alguna forma, creaba a mi alrededor una atmósfera de inspiración que logró que, a esa edad, escribiera mis primeros versos; mis desahogos, como yo les llamaba. 

A esa edad, tan difícil, en la que empiezas a descubrirte, el lápiz y el papel jugaron a ser Dios (quizás fue un medio usado por Él) y me salvaron la vida. Me salvaron, no miento. Porque escribir me alivió aquellas cargas de la incertidumbre. Calmó el ruido interior que quebraba mis silencios, obligándome a callar para el mundo cuando lo que sentía era una inquietud galopante dentro de mi. Escribir me dio alas, valor para alzar el vuelo en aquel mundo de lápiz #2 y papel a rayas. Solo de recordar el placer que provocaba en mí aquel poema infantil, el olor de los instrumentos... yo acostada en el piso de cemento de color amarillo y frío como el hielo del comedor de mi casa, al costado del librero, se me llenan de lágrimas los ojos. 

Eran instantes de felicidad. Entonces, no creía en el valor que yo tenía. De hecho, no sabía que lo tuviera. No era nadie salvo cuando estaba con mi lápiz y mi papel. 

Los años pasaron y la historia cambió radicalmente gracias a Dios (no lo digo como un comodín). Y el cambio en lo que se refiere a la escritura no solo ha sido por la llegada de la computadora, tan de  sopetón que sin quererlo, me obligó a sustituir en parte a mis dos amores. No del todo. Aun los utilizo, sobre todo para asuntos personales y uno que otro compromiso laboral que me remueve el corazón. 

Lo cierto es que siempre busco la manera de tenerlos presente, cerca. Para la remodelación del blog, después de muchísimas vueltas y opciones, sentí en mi corazón que tenía que volver "al primer amor". De esa manera es cómo, entre muchas lindas imágenes y fotografías, el nuevo fondo de "Todos a Bordo" es la hoja de lo que para mí es una libreta de rayas azules (porque así fuera blanca o amarilla, las líneas tienen que ser azules). 

Hay pruebas de color, de estilo de letra (porque al menos yo, para escribir, necesito una tipografía que me inspire), de tamaño... pero como no soy diseñadora, no tengo la menor idea de cómo va quedando esto. De hecho, este escrito también es una "prueba". Eso sí, fuera de las formas exteriores, esto va en serio, muy en serio. 

Este es el regalo que me han dejado los Reyes Magos. Me han obsequiado el valor de volver a amar la inocencia y disfrutarla. El deseo de volver a empezar. De vivir cada día saboreando cada detalle como una niña que se come un helado o un trozo de bizcocho con refresco rojo... ¡o de uva! De sacar tiempo para compartir, conversar largo y tendido. Tiempo para amarme y para amar. Este es el año, declarado por la Iglesia, de la Misericordia. Para mí la misma no puede ir separada del amor. Así que para Nazaret este también es el año del amor. 

Un año para cerrar capítulos y comenzar a escribir nuevos. Para alcanzar metas, soñar y hacer lo que me toca para que se vuelvan realidad. Es el año de creer que sí puedo. El año de empezar a alimentar más el alma y el corazón de sentimientos de bondad. De disfrutar la música, el baile, la noche y su luna; el día y el sol. Es el año de las experiencias (nuevas). 

Empiezo el 2016 con el corazón rebosado de gratitud. Con mis compañeros de viaje inseparables, mi familia: Jesús, María y José. Juntos, guiados por el Espíritu Santo, empezamos este viaje lleno de ilusiones.