lunes, abril 14, 2008

Se nos va la vida



Como de costumbre, al levantarme esta mañana, miré a través de la ventana. Me encanta sentir esa sensación del sol acariciando mi cara, o al menos, curiosear como se asoma su luz, aun tibia, en el cielo azul ausente de nubes. Sin embargo, no pude disfrutarlo. La claridad que brillaba entre las paredes de mi cuarto, chocaba con un gris que empañaba mis ojos. No era cierto, pero ahí estaba. Me estrujaba los ojos, pero ahí estaba. Entiendo- dije. Mi corazón estaba estrujado, nublado, algo triste. Mis ojos eran su espejo. Ya creo que es cierto el dicho, de que los ojos son el reflejo del alma. Yo misma había visto mi interior a través de ellos.
Al bajarme sin cuidado del camarote que acurruca mis sueños, muchas veces mis desvelos, me miré al espejo, otra de mis rutinas. Miré mi rostro, algo cansado, a pesar de que creí haber dormido. Duré así poco menos de un minuto. Me sentí extraña. Es esa sensación de resaca, no por tomar unos tragos, si no la que se apodera de ti cuando sientes que te han “jamaqueado”, porque has tenido un día muy ajetreado o porque tu mente ha estado inmersa en tantos pensamientos y tu corazón repica inquieto, agitado, presionado.
En rumbo al baño, donde me propongo echar por el coladero, junto al agua, todos mis pesares, reflexiono cuan rápido se nos va la vida. Tan rápido como lo haría la espuma del jabón en sólo momentos cuando me rocié de agua. En un momento, estamos en casa, al otro, es incierto. Cierro la puerta y quiero orar. Otra costumbre. No puedo. No paro de pensar en lo que le pasó hace unas cuantas horas a un amigo. Y aunque sé que Dios todo lo permite sabiamente, pues no hay nada en el mundo que suceda que no pase por el colador de su misericordia, humanamente, estoy triste. Oh Dios mío- exclamo- . A veces tienes que valerte de una tragedia para realizar un milagro de amor. Es así. Pero te alabo, te doy gracias, porque tu eres maravilloso y genial en todo lo que haces. Suspiro.
Me entrego en un momento de silencio intentando escuchar su voz. De inmediato, recuerdo las palabras del Padre Frank: Muchas veces estamos como Lázaros, muertos, si no estamos con Jesús. Pero enseguida escuchamos su voz que nos dice: Levántate, y recobramos vida, una vida que no se pierde, sino que perdura eternamente. Hay mismo recuerdo lo que en estos días había mencionado insistentemente: es cierto que la vida es una sola, y que había que vivir cada día como si fuera el último, pero ¿a qué precio?
Lo que hoy sembramos, será nuestra cosecha mañana. Y tenemos que recibir un “Shock” para reaccionar. Es duro. Mi mente da vueltas y pienso cuan mal me hubiera sentido si lo heridos hubieran sido más…Dios mío… No quiero siquiera asomar tal cosa por mi mente. Qué difícil… Dios ten misericordia y da fortaleza a los corazones que te necesitan por este hecho o por cualquier otro motivo que atribule su vida, y por tanto, su corazón.

Cuando llegué a mi trabajo, pensé en escribirles a mis amigos. Hace mucho tiempo que no lo hago. Y quiero decirles que los quiero infinitamente, a todos. Hermanos, amigos. Aprovechemos nuestro tiempo de juventud sin perder la cordura, sin pausa, pero sin prisa. Al final, si algo nos sucede- Dios nos libre- todo se queda. Si no nos cuidamos, en un instante podemos perderlo todo. Ama tu vida, cuídala y da gracias a Dios por cada mañana y por cada ocaso que tus ojos pueden ver. Tu vida será diferente de acuerdo del cristal con que la mires. O mejor, del corazón por donde la mires: del lugar en donde estés, con o sin Jesús.

Escrito el 14 de mayo del 2007. En memoria de Oneil.

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