miércoles, enero 06, 2016

Mi regalo de Reyes

Cuando era muy niña -debía tener unos 8 o 9 años- me encantaban las libretas con rayas. Las blancas y las amarillas. No puedo decir con exactitud cuál de las dos me gustaba más. Creo que, como en todo, las prefería según mi estado de ánimo. Puedo recordar mientras escribo que la amarilla era para juegos y escritos espontáneos; la blanca para apuntes más responsables, como las tareas del colegio; soñaba con poder usarla en vez que al cuaderno. Me parece que alguna vez "burlé el sistema" y lo hice. 

No sé de dónde saqué esa fascinación por las libretas... ¡ah! y por el lápiz de carbón #2. ¡Lo amaba con locura! Me perdía durante mucho rato disfrutando del olor del carbón sobre las hojas y borraba con sumo cuidado los errores para que no se manchara. Entonces quedaba un no tan sutil aroma de goma sobre el papel... no lo puedo describir. De alguna forma, creaba a mi alrededor una atmósfera de inspiración que logró que, a esa edad, escribiera mis primeros versos; mis desahogos, como yo les llamaba. 

A esa edad, tan difícil, en la que empiezas a descubrirte, el lápiz y el papel jugaron a ser Dios (quizás fue un medio usado por Él) y me salvaron la vida. Me salvaron, no miento. Porque escribir me alivió aquellas cargas de la incertidumbre. Calmó el ruido interior que quebraba mis silencios, obligándome a callar para el mundo cuando lo que sentía era una inquietud galopante dentro de mi. Escribir me dio alas, valor para alzar el vuelo en aquel mundo de lápiz #2 y papel a rayas. Solo de recordar el placer que provocaba en mí aquel poema infantil, el olor de los instrumentos... yo acostada en el piso de cemento de color amarillo y frío como el hielo del comedor de mi casa, al costado del librero, se me llenan de lágrimas los ojos. 

Eran instantes de felicidad. Entonces, no creía en el valor que yo tenía. De hecho, no sabía que lo tuviera. No era nadie salvo cuando estaba con mi lápiz y mi papel. 

Los años pasaron y la historia cambió radicalmente gracias a Dios (no lo digo como un comodín). Y el cambio en lo que se refiere a la escritura no solo ha sido por la llegada de la computadora, tan de  sopetón que sin quererlo, me obligó a sustituir en parte a mis dos amores. No del todo. Aun los utilizo, sobre todo para asuntos personales y uno que otro compromiso laboral que me remueve el corazón. 

Lo cierto es que siempre busco la manera de tenerlos presente, cerca. Para la remodelación del blog, después de muchísimas vueltas y opciones, sentí en mi corazón que tenía que volver "al primer amor". De esa manera es cómo, entre muchas lindas imágenes y fotografías, el nuevo fondo de "Todos a Bordo" es la hoja de lo que para mí es una libreta de rayas azules (porque así fuera blanca o amarilla, las líneas tienen que ser azules). 

Hay pruebas de color, de estilo de letra (porque al menos yo, para escribir, necesito una tipografía que me inspire), de tamaño... pero como no soy diseñadora, no tengo la menor idea de cómo va quedando esto. De hecho, este escrito también es una "prueba". Eso sí, fuera de las formas exteriores, esto va en serio, muy en serio. 

Este es el regalo que me han dejado los Reyes Magos. Me han obsequiado el valor de volver a amar la inocencia y disfrutarla. El deseo de volver a empezar. De vivir cada día saboreando cada detalle como una niña que se come un helado o un trozo de bizcocho con refresco rojo... ¡o de uva! De sacar tiempo para compartir, conversar largo y tendido. Tiempo para amarme y para amar. Este es el año, declarado por la Iglesia, de la Misericordia. Para mí la misma no puede ir separada del amor. Así que para Nazaret este también es el año del amor. 

Un año para cerrar capítulos y comenzar a escribir nuevos. Para alcanzar metas, soñar y hacer lo que me toca para que se vuelvan realidad. Es el año de creer que sí puedo. El año de empezar a alimentar más el alma y el corazón de sentimientos de bondad. De disfrutar la música, el baile, la noche y su luna; el día y el sol. Es el año de las experiencias (nuevas). 

Empiezo el 2016 con el corazón rebosado de gratitud. Con mis compañeros de viaje inseparables, mi familia: Jesús, María y José. Juntos, guiados por el Espíritu Santo, empezamos este viaje lleno de ilusiones. 


No hay comentarios: