viernes, enero 08, 2016

Se rompió el hechizo

Para nada soy una experta; sólo sé que me encanta. Sucede que cuando la descubrí (o cuando ella se dejó descubrir por mi) me impresionó bastante la forma en la que se pronunciaba sobre todos los hechos que le rodeaban. Me parecía hermosa su narración, tan exacta, tan perfecta. Como simulaba ser un pincel entre las manos de un pintor. Por el arrullo con el que dibujaba las palabras... me enamoró.   

Y con el paso del tiempo el amor ha crecido. Sin embargo, debo reconocer que he desperdiciado mis años porque ignoro muchas cosas sobre ella. Me siento torpe. Pero es tan noble que no me lo reprocha y me acaricia con tal dulzura cada vez que me acerco a su orilla, que me hace olvidar los reproches y lo culpable que me siento de romper tantas veces mi promesa de estrechar nuestros lazos. 

Tantas veces le ha puesto palabras a mis sentimientos. Tantas veces me alivia, tantas veces me calma. Tantas veces... ¡bendito sea el consuelo que encuentro bajo tus alas!

A ella este segundo post del año, por ser mi fiel confidente, por no dejarme vencer. 

Este poema, del cubano Raúl Rivero, le he estado buscando desde hace siete años. Lo busqué sin buscarlo en realidad. Obligaba a mi mente a recordarlo, sin éxito. Hasta que hace un par de días me decidí a salir a su encuentro. Y allí estaba, como si supiera que lo buscaba, esperándome. 

Ojalá que la historia termine diferente... que el posadero no llegue, que no toque la puerta, que no rompa el hechizo. 

Hotel amistad 

No sabe que estoy viendo como tiemblan sus manos
cuando le digo en alta voz
que afuera llueve
que esta noche quisiera tragarme su respiración.

No imagina siquiera
que aquí
frente a sus ojos
estoy llenando de ella este papel.

No puede
no quiere pensar
que la última noche
me la estoy llevando en un poema
que ahora cuando este cuarto deprimente
de la calle Industria
comience a ser olvido
ruido de besos
nada
se hundirá para siempre nuestro pequeño reino
empezaremos a divulgar nuestros secretos
porque ya se cumplieron las tres horas.

Se rompió el hechizo.

El posadero llama ruidosamente a nuestra puerta.

Raúl Rivero
Cubano

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