martes, enero 13, 2009

Para los que tienen cábalas



"El cirio pascual es símbolo de la luz de Cristo resucitado que guía a los cristianos"

Hoy es un día en el que muchos andan con cuidado en las calles, procurando no pasar por debajo de una escalera ni cruzarse con un gato negro... uuhhh... De paso, encienden una velita a algún "santo" (con preferencia a San Miguel) y le ponen objetos "raros" a la puerta de la casa para evitar la "mala suerte" o el "mal de ojo": pan (de agua), sábila, herradura... en fin.

Precisamente el sacerdote Fermín hablaba de eso en la Eucaristía de esta mañana. De como las personas pierden su tiempo y su dinero "santiguándose" donde un brujo y un sinnúmero de barbaridades más. Tal como el Padre decía: "ayer, mañana; cualquier día será de mala suerte, si no tiene a Dios en su vida, en su corazón". Ja! Y eso si que es verdad. No valdrán amuletos ni lecturas de taza, ni pociones de ninguna "yerba" rara que le libre de "todo mal". Más bien, en vez de andar gastando sus "chelitos" en uno que sólo quiere aprovecharse de usted y destruirlo. Porque todo el que quiere el enemigo es vernos destrozados.

Como decía el padre Fermín que a diferencia del Enemigo que "se le monta", acérquese a Jesús, que ese no se le va a subir a ninguna parte. Jesús lo llevará de la mano. Aún mejor, lo cargará si es necesario cuando le falten las fuerzas.
Con Jesús no hay división de familias, ni de matrimonios, ni nada extraño ni 'oculto'. Todo lo de Cristo es a la "luz", sin tinieblas.

Hermano, no se deje engañar, que como nos indica la Palabra en este día, Dios nos ha concedido poder sobre el Maligno.

Que Dios, Todopoderoso, le llene de paz y mucho amor en este día. Ánimo, que de nuestro lado está el que camina sobre las aguas y al que las tempestades, al escucharle, le obedecen y se calman. Uno que tiene autoridad para vencer.

Primera Lectura
Lectura de la carta a los
hebreos (2, 5-12)
Hermanos: Dios no ha sometido a los ángeles el nuevo orden de la salvación, del cual estamos hablando. Un salmo lo atestigua solemnemente diciendo: ¿Qué es el hombre, para que de él te acuerdes, ese pobre ser humano, para que de él te preocupes? Sin embargo, lo hiciste un poquito inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad. Todo lo sometiste bajo sus pies.
Al decir aquí la Escritura que Dios le sometió todo, no se hace ninguna excepción. Es verdad que ahora todavía no vemos el universo entero sometido al hombre; pero sí vemos ya al que por un momento Dios hizo inferior a los ángeles, a Jesús, que por haber sufrido la muerte, está coronado de gloria y honor.
Así, por la gracia de Dios, la muerte que él sufrió redunda en bien de todos. En efecto, el creador y Señor de todas las cosas, quiere que todos sus hijos tengan parte en su gloria. Por eso convenía que Dios consumara en la perfección, mediante el sufrimiento, a Jesucristo, autor y guía de nuestra salvación.
El santificador y los santificados tienen la misma condición humana. Por eso no se avergüenza de llamar hermanos a los hombres, cuando dice: Hablaré de ti a mis hermanos; en medio de la asamblea te alabaré.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Salmo 8
Diste a tu Hijo el mando sobre
las obras de tus manos.

¡Qué admirable es, Señor y Dios nuestro, tu poder en toda la tierra! ¿Qué es el hombre, para que de él te acuerdes; ese pobre ser humano, para que de él te preocupes?

Diste a tu Hijo el mando sobre
las obras de tus manos.

Sin embargo, lo hiciste un poquito inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad; le diste el mando sobre las obras de tus manos y todo lo sometiste
bajo sus pies.

Diste a tu Hijo el mando sobre
las obras de tus manos.

Pusiste a su servicio los rebaños y las manadas, todos los animales salvajes, las aves del cielo y los peces del mar, que recorren los caminos de las aguas.

Diste a tu Hijo el mando sobre
las obras de tus manos.

Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Marcos (1, 21-28)
Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, se hallaba Jesús en Cafarnaúm y el sábado fue a la sinagoga y se puso a enseñar. Los oyentes quedaron asombrados de sus palabras, pues enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.
Había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: “¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”.
Jesús le ordenó: “¡Cállate y sal de él!” El espíritu inmundo, sacudiendo al hombre con violencia y dando un alarido, salió de él. Todos quedaron estupefactos y se preguntaban: “¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta? Este hombre tiene autoridad para mandar hasta a los espíritus inmundos y lo obedecen”. Y muy pronto se extendió su fama por toda Galilea.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

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