martes, agosto 11, 2009

Falls


Me arde el corazón al igual que las rodillas luego de haberme caído de la bicicleta. Es un dolor parecido. Incluso siento la misma verguenza. Creo que a veces lloraba más de la verguenza que del dolor. Que otros me hayan visto caer, que se burlaran de mi, me aterraba. Y "nowadays" me pasa lo mismo en situaciones diferentes, pero que siguen siendo lo mismo: caídas.
He tenido una tanda más tediosa que la del "tripletazo de películas" en menos de una semana. Ha sido muy difícil asumir mi responsabilidad y reconocer mi error. Al igual que con la "bici", cuando me reprochaba querer imitar a mi hermano soltando las manos del timón. O querer pedalear "a todo lo que dá" como mi vecinito. O por distraerme y no mirar al frente y tropezar con una piedra, que por cierto sabía que estaba ahí. Esa fue la caída que más me dolió y de la que más me costó levantarme. Esa herida aún la llevo marcada en mi rodilla izquierda. Fue frente a la casa. Recuerdo que no quería llorar para que los demás no me vieran.
Una vez, montada en un solo patín -prestado- me partí la barbilla. A caramba. Ni quería aparecer por la casa. Mami curaría mi herida con una retahíla de "te lo dije", pues en varias ocasiones me advirtió tener cuidado. Yo ese día jugué escondida, y lo peor, hacía el papel de borracha y me zarandeaba de un lado a otro con el patín. Lo que es ser un "muchacho"...
Pero las caídas personales, dígase como estudiante, como profesional, como ser humano, duelen más, porque pienso que son de las que se puede tener más control y las que más podemos evitar. Pero es todo lo contrario.
Ahora, en contra de mi voluntad y con un nudo en mi garganta he tenido que revisar mis acciones: mis descuidos, mi falta de atención, mi despreocupación, mi irresponsabilidad, mi desgano, mi malcriadeza, mi ñoñería. Todas ellas me han hecho caer y de que forma.
Al igual que cuando era niña, se me ha hecho muy duro el al menos "intentar" ponerme de pie. Mas cueste lo que cueste, lo haré. E intentaré con la ayuda de Dios enmendar mis fallos. Asumir con entereza y valentía la consecuencia de mis actos. Daré lo mejor de mí para "subir mis calificaciones" (y lo digo también literalmente) y aprender de mis errores para tratar de no volver a equivocarme.
Me duele la herida propia. Pero hay que seguir adelante y no rendirse. En la vida se pierden muchas batallas en medio de miles caídas. Pero la guerra jamás la perdemos si vamos de la mano de Jesús. A él me apoyo. En Él y gracias a Él, soy más que vencedora.

"Me doy cuenta que todo lo puedes
que eres capaz de cualquier proyecto.
Sí, hablé sin pensar de maravillas
que me superan y que ignoro.
Sólo a oídas te conocía,
pero ahora te han visto mis ojos.
Por eso me retracto y me arrepiento
echado en el polvo y la ceniza".

Job 42, 2-3b. 5-6.

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