miércoles, agosto 19, 2009

Bienvenida al mundo real

Fueron las palabras de Fray Miguel. Hizo que recordara que mis situaciones son "de este mundo", no de otra galaxia. Jamás me había sentido tan comprendida como anoche, al hablar con él. Al menos siento un gran alivio, pues muy a mi pesar no tengo una varita mágica, como dijo don Celso Marranzini. Lo peor de todo es que no existen. Me llega a la cabeza Félix Sánchez. Ahora mismo tal vez quiere una, o para cambiar los numeritos que le dieron un penoso octavo lugar o para desaparecer. Lamento la comparación, no lo pude evitarlo.
Mas, aunque nos duela, la realidad hay que enfrentarla con los pies en la tierra y hay que luchar con pecho grande para conseguir lo que queremos. Pero también hay que resignarse cuando no se pueden cambiar las cosas. En esta vida hay que saber cuando detenerse; cuando no se puede hacer más. Llega un momento en que nos toca ser pacientes y esperar, como decimos los cristianos, en la providencia divina.
La vida es dura. Nadie nos dijo que sería fácil. Ni el mismo Dios. Cada prueba, cada compromiso, las responsabilidades, los retos, los sufrimientos, las dudas... tenemos todo que asumirlo con valentía. Aunque muchas veces nos toque llorar.
En estos momentos pienso en María. Como decía F. Miguel: esa chiquilla de Nazaret. Dios le promete grandes cosas: que será bendita entre las mujeres, que dará a luz al Hijo de Dios, que recibirá el Espíritu Santo, que su vientre será bendito. Todo luce maravilloso. Tiempo después la gran y dura realidad: ver sufrir a su hijo, sin poder hacer nada. Imagino que María tenía toda la razón para cuestionar a Dios. Pero no lo hizo. Ella soportó cada azote, cada humillación, cada bofetada, cada insulto... con confianza. F. Miguel decía que mientras Jesús padecía en su carne, ella lo hacía en su corazón. Imagino lo impotente que hubo de sentirse verlo sufrir sin poder intervenir. Recordando que ese 'pequeño' que una vez tuvo en su vientre, que amamantó, que vio crecer y jugar, ahora estaba colgado de un madero.
Y a pesar de tener razones para cuestionar a Dios, no lo hizo. Esperó a que le entregaran su cadáver mientras permanecía de pie ante la cruz... de pie ante la cruz...
Su paciencia, su espera, parece no significar nada, y es todo lo contrario. Como Gedeón, ella fue valiente. No hay para mí mayor valentía que la de no huirle al sufrimiento. Que la de enfrentar con confianza, paciencia y fe, el dolor. Eso sí que es librar una batalla difícil. Como lo hizo María. Y todo esto puedo verlo mejor gracias a Fray Miguel.
Bienvenida a este mundo real sin varita mágica. No la necesito. Me basta con tener paciencia y confiar en Dios.

2 comentarios:

La Titanica dijo...

Este blog me encanta.. exelente entrada!!!

Nazaret Espinal dijo...

Muchas gracias! Waou!