miércoles, mayo 13, 2009

Silencio, inspiración...

Todo normal, y me siento extraña. (Extraña de sentirme normal, jajaja!) El tiempo avanza. La gente empieza a llegar y a ocupar sus puestos de trabajo. Algunos van a la cafetería a comer algo. Al tiempo, escucho el ruido de algunos vehículos y motores. Los teléfonos suenan. El silencio millonario del que era complice privilegiada, empieza a esfumarse. Se me escurre entre las teclas presionadas para escribir esta nota. Es tan hermoso el silencio.
Si me permiten desviarme, quiero decirles que me gusta el silencio. He aprendido a encontrar en él una dulce compañía. Dios me ha hablado tanto en el silencio. Y cuando lo contemplo, no me siento sola. Es extraño, pensaran. Pero es así. Creo que no hay una voz que hable más que la del silencio. Dicen que el silencio también es una respuesta. El tiene su propia voz. Siento que me consuela. Y cuando alguien me acompaña en el silencio... no puedo describirlo.
Así trasciende el día. En la ausencia del silencio. Falta tantas horas para que pueda escucharlo otra vez. A menos, que... A menos que Dios me sorprenda y busque un espacio en el silencio. Como cuando me escapo a lo que he denominado "mis aventuras a la Anunciación". Amo esa huida de todo y ese encuentro con Él. No me importa toda la lluvia que cae y humedece mis harapos, cada vez que voy. Con ciertas excepciones, debo admitir. De todos modos, no me importaría que lloviese. Eso hace más interesante y arriesgada la travesía. Dios es todo un maestro del entretenimiento. Si que sabe sacarnos de la monotonía.
Al llegar la noche, tomo un momento para encerrarme en el baño. Ya una vez confesé por este medio, que es otro de mis lugares de "encuentro" y de reflexión. Yo hoy espero la noche. Espero ver la Luna. Espero que no llueva. Hoy quiero ver las estrellas. Sola, si. Suspiro.
Siento una profunda pena. Apenas empiezo sentir fluir la inspiración que baja por mis dedos, debo interrumpirla. El deber me llama. Y, para mi tristeza, me debo a él más que a estas inspiraciones, que no me dejan más que una satisfacción personal... Y que de seguir así, llevándome de mis 'gadejos' de escritora, poeta y loca, perderé mi trabajo, jejeje. Tiene razón mi tía. Seré feliz, pero seguramente moriré pobre. Jajajaja!

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