martes, junio 17, 2008

Amar a nuestros enemigos


La Palabra del hoy nos habla sobre la misericoridia y el amor infinitos de Dios. Dos conceptos o mejor dicho, estilos de vida, muy difíciles de entender y aceptar si no es a los pies de Jesús. Todavía intentado ser cristianos, no cuesta vivir de esta "locura" (para muchos) y humanamente caemos y nos rendimos en los brazos de la incredulidad y la soberbia. Esta última, que se encuentra dentro de los siete pecados capitales, nos hace desafiar a DIOS, y nos impulsa a rebelarnos e imponernos ante Su Voluntad.
Pero, como antes dije, sólo es posible entender este amor hasta el extremo, desde Jesús, a través de El.

La reflexión que encontraran más abajo, son una colaboración de Servicio Bíblico Latinoamericano.
En Internet lo pueden consultar por medio de la página http://www.lecturadeldia.com/lecturadehoy.htm. Seleccionan el día correspondiente y al final de las lecturas se encuentra la reflexión.
Espero les sea de utilidad en algún momento. Bendiciones.


Reflexión
¿Por qué Dios me exige amar a mi enemigo? ¿Amar al que me robó, al que me ofendió, al que mató al ser que más amaba, al que se rió de mi desgracia? Parece ser más sencillo odiar que amar, vengarse que perdonar. Sin embargo la propuesta de Dios en Jesús lleva tras de sí el cambio del mundo. Nuestro mundo está cargado de una enorme tensión que lleva por todas partes al conflicto, al enfrentamiento entre las partes, a la búsqueda de la paz sin el imperativo de renunciar a la guerra. Jesús revoluciona la historia y encarna el proyecto de Dios para el ser humano en el instante de la cruz, cuando no responde como hubiéramos podido responder nosotros al maltrato y al dolor injustos que él experimentó. La revolución del amor es la dinámica que permitirá al ser humano construir una sociedad donde los lazos de fraternidad y respeto sean efectivos, y donde, tras la incapacidad de la guerra para generar la paz, el perdón sea el principio vital que mueva a la humanidad a aceptar al otro como principio fundante de humanidad.

Si deseamos ser hijos e hijas de Dios hemos de empeñarnos por vivir los valores del reino tal como Cristo los encarnó, para ser perfectos como él es perfecto.

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