viernes, marzo 06, 2009

Enciende una luz


Esta mañana, mientras me disponía a sacar del archivo de mi mente el tema para este día, volví a pensar en una "cancioncita" que hace pocos meses publiqué. En realidad fue anoche, mientras hacía mis oraciones, que la recordé. Cómo han de suponer, mis planes de escritura cambiaron. Bendito sea Dios. Esta lectura del Evangelio de Mateo fue la responsable:

Mt 5, 13-16.
Sal y luz
"Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve insípida, ¿cómo podrá ser salada de nuevo? Ya no sirve para nada, por lo que se tira afuera y es pisoteada por la gente. Ustedes son la luz del mundo: ¿cómo se puede esconder una ciudad asentada sobre un monte? Nadie enciende una lámpara para taparla con un cajón; la ponen más bien sobre un candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. Hagan, pues, que brille la luz ante los hombres; que vean estas buenas obras, y por ello den gloria al Padre de ustedes que está en los cielos".

La cancioncita, si tienen buena memoria, es ésta. La misma que aprendí en un taller de teatro:

"Yo soy la sal, que puede dar sabor, a la vida.
Yo soy la luz, que tiene que alumbrar, llevar a Dios".

Revistámonos de una coraza de luz, dice San Pablo, en su carta a los Romanos. Eso mismo es lo que haré. Ayer, una nube negra (y no precisamente la de Anthony Rios) intentó eclipsar mi alegría. Imagino que por eso el Señor sabiamente me recordó cual es mi misión. Nuestra misión. Seguir siendo luz, y no dejar que nada ni nadie ose en apagarla.

Tal como decía Salvador en una de sus charlas: Una vez, estando en un cine en su país, se fue la luz. Se escuchó decir a uno: "Se fue la luz"; a otro: "no veo"; alguien más: "está oscuro". Salvador contaba como cada uno había dicho lo obvio, lo que ya todos sabían y lo que es normal que suceda si se va la luz... Pero hubo alguien, dice Salvador, que enciende la luz de una linterna y alumbra hacia una puerta que dice: "Exit", es decir "salida". Todo esto sin decir una sola palabra.
Y todos los que estaban en la sala pudieron salir.

¿Quién hizo más? Pues, claro, quien encendió la luz. Al final, Salvador enfatiza con fuerza: ¡Deja de repetir que está oscuro y enciende una luz!
Hermanos, dejemos de maldecir la oscuridad y encendamos una luz. La luz de Jesús.

Enciende una luz y déjala brillar
la luz de Jesús, que brilla en todo lugar.
No la puedes esconder, no te puedes callar;
ante tal necesidad, enciende una luz, en la oscuridad...

Marcos Witt, Enciende una luz.

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