Ayer, durante mi hora de almuerzo, Roger, Gloria, Beiro y yo, hablamos de amor. De como es y como debe ser el amor de verdad, no el que se nos pintan en las novelitas rosas de Corín Tellado (sin ánimos de ofender) o las que se nos proyectan en las celuloides del sueño americano. Hablamos del amor que no se corroe con las diferencias, sino que se alimenta y complementa de ellas. Que no se empobrece a falta de lo material y lo físico. Sino del que se enriquece con las afinidades y los ideales comunes.
Don Beiro, un abogado de profesión, pero poeta y escritor de corazón, cubano, nos cuenta como en estos tiempos, casi el 90% de las relaciones se establecen por la atracción física y el interés material. Aclara que no es que no te atraiga una persona, que te guste. Pero nos explica lo insustancial de estar con alguien por el mero gusto y el placer. Cómo es una lástima que existan tantos vacios porque ya no se buscan, repito, los ideales comunes, esa afinidad, el compartir más allá de lo pasional. Dice que al final esas relaciones no resisten y colapsan. La magia, sigue hablando Beiro, entre uno y otro bocado de cola de langosta de soya (a mi no me pregunten), se termina cuando la pareja no aprende a innovar, cuando no aprende a descubrirse.
Roger lo confirma. Tiene 12 años con su esposa y confiesa lo difícil que ha sido. Pero es lo que más le gusta. Porque ahí, en plena luz de los defectos y manías, supo aceptarla y pudo amarla. El, muy convencido, nos dice, sobre todo a Gloria y a mi, que permanecemos calladas cual buenas aprendices, que es un error pensar que todo será color de rosa. Es más, se atreve a decir que en esas diferencias y dificultades es que está lo bueno del amor. Y Beiro lo confirma. Porque entienden que eso es lo real, lo que se omite en los relatos que nos venden.
Roger, dice una frase que no quiero olvidar: "Ser felices no consiste en desear lo que queremos, sino en querer lo que tenemos". Entiendo porque ya muchos no encuentran la felicidad en ningún lado, porque si no valoran y agradecen lo que tienen, entonces no lo harán por nada, por más que le lleguen. Si, hay que aprender a ser felices con lo que tenemos, y no infelices por lo que nos hace falta. Dios bendice a quienes saben ser agradecidos... eso sí que lo sé.
Nuestra conversación terminó rápido, no sin antes que Beiro me advirtiera ya en el pasillo, enérgico, como pocas veces lo he visto: "Todo tiene su precio. Imáginate. Y mucho más será entonces el que tienes que pagar por tu felicidad... Tienes que arriesgarte, jugarte la vida".
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