
Las estoy buscando, pero no las encuentro. Me quedo sin ellas, a pesar de que sé donde están, lo que hace mi historia más cruel.
Como quisiera tenerlas entre mis manos, usarlas a mi antojo. Dejar que ellas hablen por mi y así no tener que hablar por ellas. Y así salir corriendo de este eco ausente de color. Estoy muda. No sé por cuánto tiempo, si es verdad que el tiempo pasa y no es estático, o una fantasía.
Si logro sobrevivir sin ellas, seré la persona más desdichada, porque reconozco que sin ellas no quiero vivir. Si, soy su adicta. Las necesito para respirar, para vivir.
¡Vengan a mí palabras y arrebátenme estas ganas de desvanecer! Soy suyas, tómenme libremente, sin resquemor. Les doy permiso. Suyas soy. ¡Vengan! Tomen todo y llévenselo. Vamos, no me abandonen a mi suerte, que mi suerte me dejó en la orilla del lago. Tal vez porque no creo en ella.
Pero olvídenla. No la quiero a ella, las quiero a ustedes. A su compañía, a su brisa, a su cosquilleo... Palabras, escúchenme. No quiero quedarme sin ustedes. Me resisto. Sin ustedes no.