miércoles, julio 09, 2008

Hay que correr el riesgo...


No soy la persona más indicada para hablar de arriesgarse. Los que me conocen saben que la más grande de mis debilidades y con la que más lucho es el miedo. Pero este año me hice una promesa y a Dios: tengo que vencer mis miedos. Si confieso creerle a Dios, debo confiar en El; y confiar en mi. Un pequeño libro que estaba leyendo, decía que la confianza en nosotros se traduce en la medida en la que confiamos en Dios. Sentí una enorme culpa, porque soy una de las que se llena la boca diciendo que confía en la Providencia de Dios, pero la misma que se deja moler por los nervios ante cualquier situación o circunstancia difícil.
Recuerdo como el padre Frank, parroco de la Iglesia a la que asisto, dijo una vez que no es lo mismo el temor que el miedo. Pues el primero es lo natural ante todo, pero que el segundo es el que nos detiene, el que nos paraliza y nos hace cuestionar a Dios y rendirnos ante el mundo, porque pensamos que hasta ahí llegamos y nos alejamos del Padre.
Por eso, a principio de año, me arrodille y le pedí a Jesús que me ayudara, que ya no quería tantas inseguridades, tantos miedos en exceso. Y que quiero confiar en Su Voluntad, aunque no lo entienda, aunque no vea nada y ande a tientas, como me pasa en este momento de mi vida. Yo quiero correr el riesgo -como dice la canción de los Enanitos Verdes, Eterna Soledad- de levantarme y seguir cayendo. No importa lo que suceda, yo quiero estar con Jesús.

Y esto no es sólo para los cristianos. A todos nos frenan los miedos. Pero hay que enfrentarlos. Hay que levantarse, no importa cuantas veces caigamos al suelo; ni cuan hondo; ni cuan sucio o adoloridos quedemos. No podemos perder la esperanza, hay que levantarse, pues sencillamente es una lección más. Si no lo hacemos, nos negamos a aprender. Así que, adelante, hay que seguir pa'lante hasta que el cuerpo aguante. Amén.

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