Nací para servir. Encontré mi vocación y soy feliz. Feliz de dar. De ver las sonrisas en el rostro del niño descalzo cuando lo abrazo. Del joven que vaga por las calles cuando lo miro a los ojos y lo escucho. Soy feliz cuando puedo perder un poco de mi vida para que otro la gane. Cuando puedo, a través de las palabras o la escritura, llevar alegría y esperanza.
Es verdad lo que dice el Evangelio de hoy: "Quien pierde su vida por mí, la encontrará". Mt. 10, 34 en adelante.
Yo estoy dispuesta a seguir el llamado. Dios apuesta a mi. Yo apuesto a Él. A que con sus fuerzas y con Su amor, yo podré llegar. Podré vencer. El me dará las fuerzas para recorrer el mundo, para ir a llevar con entusiasmo su Palabra. Su luz, Su sabor, que tanto hacen falta.
Gracias Padre, por haberte fijado en la humildad de tu esclava.
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