Días de ánimos caldeados. La situación política del país ha movilizado la sociedad civil, inconforme e indignada por todos los abusos cometidos en su contra.
Las redes sociales han servido de motor para las movilizaciones; protestas pacíficas en ocasiones perturbadas por la rabia del poder que se ve acusado, desenmascarado.
Pese a la claridad de los hechos hay una neblina que cubre el país. Inseguridad, incertidumbre, dolor, rabia, impotencia... Las autoridades no prometen sino vulnerabilidad ante los reclamos. El abuso y el atropello se han unido para golpear a unos ciudadanos dispuestos a dar la cara por su país.
Soy de las que piensa que los cambios los generan las masas. Y el pueblo está en la "calle", dispuesto a ganar la batalla a la corrupción. No tiene miedo, más que el de dejar en manos movidas por mentes retorcidas el futuro de su preciada nación, forjada a fuerza de sangre por nuestros padres de la Patria.
No hay claridad, insisto. Cada mañana nos levantamos esperando algo nuevo, y no precisamente positivo. Se respiran ánimos de revolución y eso inquieta a un pueblo que ha estado silente y oprimido por muchos años, bajo el yugo de los poderosos.
¿Qué pasará? Solo Dios lo sabe. Y contrario a muchos ciudadanos (sobretodo algunos que viven fuera del país), me siento muy orgullosa de mi media isla y de llevar el gentilicio de dominicana.
Este temporal pasará. De esta crisis vamos a aprender muchas buenas lecciones. Seguimos adelante, con fe, con amor, con esperanza. Luchemos y bailemos bajo la lluvia.
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