Como hoja seca a merced del viento,
que cruje bajo las pisadas indiferentes del miedo.
De aquí para allá. Sin rumbo. Contaminada de deseos.
Vagabunda que no encuentra espacio, ni consuelo.
Con la piel reseca, mendiga no más ausencia de caricias.
El tiempo le pasa de largo, se le olvidan las horas,
se amontonan los recuerdos, que le persiguen, que le acorralan.
Sus ojos cual cristales húmedos, lloran la soledad.
Sueños rotos penden de un hilo que no logra romper. Siguen pasando
los segundos sin termino. En el vacio, el tic-tac pinta ecos que le ensordecen...
"¡Piedad!", exclama, pero nadie escucha.
Le duelen los ojos, se le aprieta el corazón.
Parecen sus sollozos los aullidos de un perro moribundo.
Se va quedando dormida en el silencio, creyendo escuchar una respuesta.
Es todo mentira. Son alucinaciones. Se burlan sin escrúpulos de su inocencia.
Piensa en el engaño. Una vena cruza la sien y vuelve la agonía.
"¡Piedad!", grita, implora. Más los golpes no se detienen... se da por-vencida.
Se detiene el reloj. No se escucha ni el soplido del viento.
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