La masacre en Gaza y el hambre en Zimbabwe me consternan.
Luego de leer la noticia y un reportaje, respectivamente, esta mañana sobre estos dos hechos... estuve a punto de llorar. Por un lado, hasta dónde puede llegar la violencia, la venganza humana, que descuartiza en pedazos la esperanza de paz. Fueron más de 200 los muertos y 700 los heridos en un ataque que sólo se tomó dos minutos.
Por otro, como un déspótico gobierno arrastra a un pueblo a la hambruna extrema sólo por asegurar (despiadadamente) y mantenerse en el poder. Ya son siete años de cifras desconsolantes sobre la calamidad alimentaria que viven los zimbabwenses, sin una perspectiva alentadora que cambie su suerte. Mientras, se alimentan como mendigos de las sobras de granos de maíz que resbalan de los camiones por el camino... y de insectos como el grillo.
Me quedé de una pieza. Dios mio... Sólo Tú sabes hacia dónde vamos a parar.
El mundo se debate en incongruencias vanas mientras miles mueren. Y el año termina y otro comienza, para algunos...
Sigo de luto.
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