Sentía como una obligación el escribir mi último "post" de este año. Tantas vueltas le dí a la silla antes de sentarme y encender la computadora... Tantas cosas he pensado que al final no me decidí por nada (o por algo).
Siento como una cosquilla en la panza. Esa misma que ataca cuando alguien que te gusta, se te aproxima. (Todo lo hago en el estómago. Todas mis emociones se concentran en ese pequeño lugar en donde se digieren los alimentos, y en mi caso, los sentimientos).
Aquí sentada hago sin querer un pequeño vistazo de este año que me saluda mientras se despide. 2008... que grande has sido. Veo pasar cual largometrage los episodios más importantes de mi vida durante este año, del que sólo restan un par de hora... y me invade por completo la nostalgia. (De fondo, la salsa de los Adolescentes. Esa que está muy de moda. Creo que se llama ¿virgen? Dice: ahora entregate, si lloro o tiemblo es por ti amor. Es que Dios me mando para ti, adorarte para toda la vida...).
Miro el reloj. Son las 8:30 pm. Debo calentar el agua para bañarme. A las 10:oo pm. me voy para la iglesia, a "vivir" la última misa del año con la persona que mas amo en mi vida: Jesús. (Quién pensaba que diría). Algunos amigos, al igual que yo, han hecho de esta Eucarístia una costumbre sagrada. Allá nos veremos. Nos confundiremos en un abrazo, cuando, al terminar la celebración ( en realidad, comienza) suenan los estruendos que reciben el año. Y nos deseamos todo lo mejor (bendiciones, te quiero mucho, gracias por tu amistad) y una alegría indescriptible nos embriaga. Es maravilloso. Mejor no lo anticipo. Siento que el corazón quiere salirse de mi pecho.
8:40 pm. Mi hermana quiere bañarse, mi mamá... Debo apurarme. Sin quererlo, me demoro más de lo esperado justo cuando tengo poco tiempo para alistarme.
Tengo que irme. Antes, les explico el título. Visto el blog de blanco en señal de la esperanza, el amor y la paz que espero que reíne en este 2009, que ya casi nos muestra su rostro (cómo será).
Muy feliz año para todos. Gracias a mis amigos y seres queridos, por formar parte de mi vida. A ti, Dios... que puedo decirte. No hay palabras suficientes que describan lo increíblemente agradecida que me siento de conocerte, de amarte, de... (no tengo palabras). Soy una persona feliz por Tí. Gracias a tu infinita bondad, paciencia, misericordía y Supremo amor.
Ahora sí. Adiós. Nos vemos el año que viene y me perdonan las faltas, que no tengo tiempo para hacer las revisiones, que impiden, al menos, que salgan tantas.
Un beso (no encuentro como despedirme para que no les quede duda de mi amor).
Y que Dios les bendiga, siempre.
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