miércoles, agosto 20, 2008

El Señor es mi Pastor



En horabuena llega este salmo. No por casualidad es uno de los favoritos de todos los fieles cristianos, pues en su sencillez encierra una enseñanza que llena de paz. Jesús es nuestro Buen Pastor. Nosotros, todos, somos ovejas de Su rebaño. Él no descansará hasta atraer a las extraviadas dentro del redil. Porque para Dios todos somos importantes, sin importar nuestra condición. Recuerdo muy bien una de esas palabras que me dijo mi querido hermano Alex Bon, cuando empezaba los caminos del Señor: "Dios no te ama por tus cualidades, sino con tus defectos y cualidades. No porque seas buena, sino porque El es bueno".

Como olvidarlo. Yo no entendía como Dios había enviado y entregado en una cruz a Su único Hijo por mi. Pero es tan simple. Dios me ama, por sobre todas las cosas. El es tan bueno, que donde abunda el pecado, ahí sobre abunda Su amor.

Gracias Señor por ser mi Buen Pastor y salir a buscarme cuando me encontraba perdida, sin esperanzas y sin ganas de vivir. Tu me devolviste a la vida. Me diste ganas de existir, de amar. Cuando todo parecía oscuro para mí, cuando pensé que todo estaba perdido y que me hundía en una arena movediza, Tu Jesús, extendiste tu mano y me rescataste, sin que te importara mi pasado, las cosas que había hecho, mi pecado. Tu me limpiaste. Con amor has ido sanando todas mis heridas. Has restaurado lo que estaba quebrado. Fuiste llenando poco a poco el vacio enorme que ocupaba mi vida. Secaste mis lágrimas que parecían eternas y me regalaste una sonrisa auténtica, porque la de antes era falsa y triste. Una hipocresía. Todo en mí era una mascara de apariencias. Yo no era. Vivía en las imitaciones y de las inseguridades. Tratando de ganarme el afecto de los demás. Y eso también quise hacerlo contigo, pero tu paso a paso me has ido enseñando que tampoco tengo que hacer nada para ganarme Tu amor. Tu me enseñaste que sólo querías que me dejara amar por Tí. Nada puedo hacer para que me ames más o menos. Tu eres justo y amas, sin medidas, sin condiciones. A todos por igual. No más a unos que otros.

Desde entonces, todo ha sido diferente. Empecé a divisar la luz en el túnel tenebroso en el que me encontraba. Me he llenado de esperanzas, de felicidad, de alegría, de amor. Y todo esto me lo has dado Tú, Jesús. Como no darte gracias. Lo menos que puedo hacer es dar un poco de ese amor que Tú me das a mí. Hoy por Tí estoy aquí, escribiendo. Si no te hubiera conocido, no sé que sería de mí. Tal vez estuviera por ahí mendigando migajas de amor. Sedienta de paz, hambrienta de alegría. Quizá estuviera a merced de los vicios, anegada de amargura, de soledad. Tal vez ni estuviera en este mundo...
Pero mi historia cambió. Hoy estoy aquí dando testimonio del milagro de Jesús en mi vida. De que sí se puede. De que nada es Imposible para Dios. La batalla es difícil, sobre todo al principio, que estás lleno de inseguridades y temores. Yo no creí poder salir de todo lo que pasaba. Y no pude. Jesús hizo todo por mí. ¡Qué maravilloso! ¡Que locura! El me tomó de la mano y jamás me ha soltado. Y ha sido la mejor de mis locuras en toda mi vida.

Hoy puedo decir a boca llena, segura y confiada, que soy Feliz, porque tengo a Jesús en mi corazón. No sé lo que me espera en este camino juntos. Ahora me encuentro en una etapa difícil y la verdad no sé que hacer. Pero de lo único que estoy segura es que estoy a salvo. Todo saldrá bien porque estoy en las Manos de Dios. Que me depara el futuro... ni idea. Pero me gustan las aventuras. Jejejeje. Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mi.

Hoy sólo te pido Jesús que me ayudes a amarte siempre. El amor todo lo puede lograr, lo puede Todo. Y más si es el tuyo, que es al amor perfecto y verdadero.

Te amo Jesús.

Att. Nazaret


Salmo Responsorial Salmo 22

El Señor es mi pastor,
nada me faltará.

El Señor es mi pastor, nada
me falta; en verdes praderas me
hace reposar y hacia fuentes
tranquilas me conduce para
reparar mis fuerzas.

El Señor es mi pastor,
nada me faltará.

Por ser un Dios fiel a sus
promesas, me guía por el
sendero recto; así, aunque
camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú estás
conmigo. Tu vara y tu cayado me
dan seguridad.

El Señor es mi pastor,
nada me faltará.

Tú mismo me preparas la
mesa, a despecho de mis
adversarios; me unges la cabeza
con perfume y llenas mi copa
hasta los bordes.

El Señor es mi pastor,
nada me faltará.

Tu bondad y tu misericordia
me acompañarán todos los días
de mi vida; y viviré en la casa del
Señor por años sin término.

El Señor es mi pastor,
nada me faltará.

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio
según san Mateo (20, 1-16)
Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo
a sus discípulos esta parábola:
“El Reino de los cielos es
semejante a un propietario que,
al amanecer, salió a contratar
trabajadores para su viña.
Después de quedar con ellos
en pagarles un denario por día,
los mandó a su viña.
Salió otra vez a media mañana,
vio a unos que estaban ociosos
en la plaza y les dijo: ‘Vayan
también ustedes a mi viña y
les pagaré lo que sea justo’.
Salió de nuevo a medio día
y a media tarde e hizo lo
mismo.
Por último, salió también al
caer la tarde y encontró todavía
otros que estaban en la plaza y
les dijo: ‘¿Por qué han estado
aquí todo el día sin trabajar?’
Ellos le respondieron: ‘Porque
nadie nos ha contratado’. El les
dijo: ‘Vayan también ustedes a
mi viña’.
Al atardecer, el dueño de la
viña le dijo a su administrador:
‘Llama a los trabajadores y
págales su jornal, comenzando
por los últimos hasta que
llegues a los primeros’. Se
acercaron, pues, los que
habían llegado al caer la
tarde y recibieron un denario
cada uno.
Cuando les llegó su turno
a los primeros, creyeron que
recibirían más; pero también
ellos recibieron un denario cada
uno. Al recibirlo, comenzaron
a reclamarle al propietario,
diciéndole: ‘Esos que llegaron
al último sólo trabajaron una
hora, y sin embargo, les pagas
lo mismo que a nosotros, que
soportamos el peso del día y del
calor’.
Pero él respondió a uno de
ellos: ‘Amigo, yo no te hago
ninguna injusticia. ¿Acaso no
quedamos en que te pagaría un
denario? Toma, pues, lo tuyo
y vete. Yo quiero darle al que
llegó al último lo mismo que a
ti. ¿Qué no puedo hacer con lo
mío lo que yo quiero? ¿O vas a
tenerme rencor porque yo soy
bueno?’. De igual manera, los
últimos serán los primeros, y los
primeros, los últimos”.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

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