Mi vida, como en la historia, se cuenta desde un antes y despúes de Cristo.
Antes de tener un encuentro cara a cara con Jesús, ya escribía. Entonces lo hacía para escapar de la tristeza que siempre me acompañaba. Del abismo en el que sentía consumirme cada vez más. Una completa pesadilla. No quieran ustedes saber.
Prometo contarles la historia. Por el momento, confórmense con esto que escribí -aun lo recuerdo- una tarde algo lluviosa, en la que con los ojos empañados de lágrimas tomé un lapicero y, con dificultad, plasmé unas letras visiblemente movidas por el temblor de las manos.
Les confieso que cuando desempolvé este y otros escritos me invadió un sentimiento extraño, no logro encontrar una palabra que lo defina. Ya lo haré.
Les dejó este fragmento...
Delirando
Una noche tan oscura y fría, donde el futuro es incierto, hasta para los que creen saber; donde el aullido de los desdichados rechina entre las paredes de los callejones de cualquier lugar.
Amanece, pero parece no salir el Sol, pues no he podido distinguirlo. Mis ojos siguen clavados en aquella oscuridad que no les permite ver mas que una luz muy borrosa por el dolor acumulado en ellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario