"Te vas Alfonsina con tu soledad
Que poemas nuevos fuiste a buscar?
Una voz antigua de viento y de sal
Te requiebra el alma y la está llevando
Y te vas, hacia allá, como en sueños,
Dormida, Alfonsina, vestida de mar ..."
Interpreta Mercedes Sosa. Canción Alfonsina y el mar
El año pasado, participe en un coloquio en la Feria del Libro, junto a dos expositores extranjeros: un costarricense y una belga. Me perdonan la falta de memoria, porque ahora mismo no recuerdo sus nombres ni el personaje que les tocó durante su intervención. Gracias a Dios, recuerdo la mía, jejeje. Fue Alfonsina Storni. Tuve que hacer una investigación a la "carrera" para conocer su obra y vida, pues los encargados de las conferencias, tertulias y demás, sólo nos dieron dos semanas para hacerlo. Imaginense el corre corre que tuve, entre universidad, trabajo, iglesia y demás "impuestos" agregados, con los que tuve que poner en práctica una de mis tantas destrezas: la de malabarista.
Gracias a Pápa Dios, tuve tiempo de hacerlo, no tan bien como hubiese querido, pero... no me quejo... jejeje. Es que me sentí con una gran responsabilidad, pues iba a compartir micrófono con dos expertos, ambos escritores, poetas, investigadores... Y yo, una jovencita, una "chivita harta de jobo" delante de ellos. Yo no contaba con eso, pues cuando me llamaron para que participara, mi ruta era hacia el Pabellón Juvenil. Pero de un día para otro, zas! ellos, los de la "Feria" me movieron para este escenario. Que susto! Recuerdo que cuando llegué al Museo de Historia Natural (tempranito), me entró un temblor en las piernas... Y para colmo cuando llegaron los dos expositores, al verme me preguntaron: "tu vienes a ver el coloquio. Sabes quién es la otra expositora. Ella es dominicana. Su nombre es Nazaret... es así, Nazaret Espinal..." Cuando les respondí que era yo, pusieron una cara más que de asombro, de incredulidad. "Será verdad", imagino que pensaron. De inmediato me preguntaron la edad. 20, dije casi sin voz. Asintieron con la cabeza, me miraron nueva vez de arriba abajo y me preguntaron sobre quién hablaría. A mi respuesta, continuaron "ellos" su platica.
Quienes estuvieron allí, acción agradezco inmensamente, saben que estaba hecha un manojo de nervios, pero por la Gracia de Dios, todo salió bien.
La historia no se detiene aquí. No me esperaba que este año, al publicar el libro con los mejores coloquios de la Feria pasada, año 2007, en la que participé, la que les acabo de contar... pues, apareció mi nombre y por supuesto el escrito que más arriba subestimé. Qué galleta sin mano recibí. ¡Que alegría! Me quedé sin palabras al escuchar a Don Beiro darme la noticia. Pero más muda quedé cuando tuve el libro en mis manos. Lo tengo guardadito, como un trofeo. Es como mi primer libro. Será una señal? Quien sabe. Ahora digo como el Chapulin Colorado: No contaban con mi astucia. ¡Síganme los buenos!... Jajajajajajaja
Este será mi post más largo, pero no puedo dejar fuera el escrito. Si no les gusta mucho leer o se cansan o no tienen tiempo, pues leánlo por partes, pero háganlo y denme su opinión "sincera". A ustedes me debo, mis lectores.
“Lo que nunca pude ser”. Voz íntima, pasión desnuda. Alfonsina Storni, una verdad camuflada en versos.
Su muerte -polémica hasta al extremo de querer eclipsar su importante vida literaria-, contrario a lo que expresan críticos alrededor del mundo, le da una connotación mágica-fantástica a su biografía. La enriquece y la trasmuta profunda inconfundible, tal ves inolvidable. Hasta el lugar que eligió para que la abrigara su sueño eterno, tiene un simbolismo antagónico a los hilos que se han tejido en su entorno, todos, incluso el propio, de la auténtica verdad de su despedida. Tan desconcertante como su poesía, su adiós a la tierra en “convoy” con el mar, puede ser motivo de un desconsuelo o un hastío. Una indignación o una resignación. Quizá de nada o todo. Lo que sí, es que le da una sensibilidad conmovedora a su historia que basta con disfrutar uniendo sus versos a su deceso intempestivo en una prenda que culmina su vida, sin dudarlo, mística.
Soy un alma desnuda en estos versos,
Alma desnuda que angustiada y sola
Va dejando sus pétalos dispersos.
Alfonsina Storni Martignoni. Hija de un padre alcohólico (industrial cervecero), melancólico y depresivo, y de una madre reprimida. Nace el 29 de mayo de 1892 en un pequeño pueblo de Suiza, Sala Capriasca, una región de habla italiana. Tiene cuatro años cuando viaja junto a su familia hacia San Juan, Argentina, país que la acoge con su nacionalidad y del que guarda sus primeros recuerdos. Domina el italiano que en un futuro parafraseará tímido entre algunos de sus poemas. La precaria condición económica llevó a sus padres a construir un mesón “Café suizo”, donde Storni con apenas diez años atendía las mesas y lavaba los platos. Escribe su primer poema a los doce años, con rasgos de tristeza y muerte. Su niñez fue dura. Así lo reflejan sus poemas, cada vez más irreprimibles. Su padre muere cuando tenía catorce años.
Radicada en Rosario, trabaja como costurera en una fábrica de gorras. De pronto llega a su pueblo la compañía de teatro itinerante de Manuel Cordero, en el que se aventura, pero no sin antes consultarlo con su madre. Este hecho influye considerablemente en la vida de Alfonsina al convertirse en su primer contacto con el mundo de las artes. Se desplaza por todo el país representado papeles importantes y rozándose con las mejores obras del teatro clásico y contemporáneo. Cuando finaliza su gira, decide incursionar como guionista, escribiendo su primera composición, titulada “Un corazón valiente”, con la que no obtuvo buena crítica.
A partir de entonces su rumbo encamina hacia los estudios de Magisterio en la Escuela Normal. Con título en mano, consigue rápido un puesto para ejercer como maestra, sin dejar a un lado sus escritos. Redacta poemas en dos revistas literarias, Monos y Monadas y Mundo Rosarino. Alfonsina, que quiere decir “dispuesta a todo” según expresó ella misma a un amigo, publica durante todo ese año y colabora un año después en Mundo Argentino, una revista realizada con argentinos radicados en España, con la que alcanzó incluso significación hispánica.
“Lástima blanda del error amante
que a cada paso el corazón diluye,
vuelca tus mieles y al instante, huye”. Odio.
No muchos hablan de sus romances, pero la intensidad de erotismo que embriagan sus letras, delatan por si solas que su corazón jugó más de una vez a enamorarse. En el 1911 toma el tren en ruta a Buenos Aires. Llevaba consigo un equipaje con un par de ropas, sus poemas, algunos libros de Rubén Darío y no precisamente en una valija, el rastro de un romance desconocido. En su vientre un niño de 6 meses, que llamará Alejandro Alfonso. Su nacimiento el 21 de abril de 1912, llega para descifrar la actitud de una mujer que es instrumento de sus circunstancias, que le toca encarar sola su realidad y tomar decisiones difíciles –y asumirlas- que se oponen radicalmente a los cánones impuestos por la sociedad de su época. Moralmente fue condenada, orillándola a una “vida solitaria”. Declarada abiertamente independiente, logró por sí misma lugares nunca alcanzados por una mujer literata de principio del siglo XX.
Su primera conquista fue la de derribar el lastre de que las mujeres argentinas no escribían, salvo a las provenientes de una clase social adinerada y de una familia de intelectuales. Sus incursiones románticas versaban frases inocentes y cuidadas con las que se revelaban las diferencias marcadas entre el papel que representaba el hombre y la mujer, donde ella cohíbe sus deseos para satisfacer primero los intereses de su novio o esposo.
Con este poema, Alfonsina acentúa su excepción al sometimiento de esas creencias, colocando en relieve las pretensiones exigentes del hombre sobre la virginidad de la mujer, considerándolas como desigual e injusta. En su defensa inclina al hombre a una serie de ritos, para que aspire a la castidad y pureza de una mujer:
TU ME QUIERES BLANCA
Tú me quieres alba,
Me quieres de espumas,
Me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada
Tú que el esqueleto
Conservas intacto
No sé todavía
Por cuáles milagros,
Me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
Me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡Me pretendes alba!
Huye hacia los bosques,
Vete a la montaña;
Límpiate la boca;
Vive en las cabañas;
Toca con las manos
La tierra mojada;
Alimenta el cuerpo
Con raíz amarga;
Bebe de las rocas;
Duerme sobre escarcha;
Renueva tejidos
Con salitre y agua;
Habla con los pájaros
Y lévate al alba.
Y cuando las carnes
Te sean tornadas,
Y cuando hayas puesto
En ellas el alma
Que por las alcobas
Se quedó enredada,
Entonces, buen hombre,
Preténdeme blanca,
Preténdeme nívea,
Preténdeme casta.
Su nivel económico está en aprietos. Lo enfrenta trabajando como cajera en una tienda y en la revista cultural Caras y Caretas. Sus escasos recursos no impidieron que publicara su primer poemario “La inquietud del rosal” en el 1916. Una inspiración francamente feminista delineado por su ideal en cuanto al rol de la mujer en la sociedad. Con él se desprende de los estándares que influyen en ese período, desplegando un romanticismo cargado de intimidad y sentimiento. Poco a poco fue logrando pulir su propio estilo, su propia voz, que en un principio se encauzaba por las corrientes modernistas, principalmente de Rubén Darío y Amado Nervo. Después de todo, lo que expresó en sus escritos es el espejo de su propia existencia.
El rosal en su inquieto modo de florecer
va quemando la savia que alimenta su ser.
¡Fijaos en las rosas que caen del rosal:
Tantas son que la planta morirá de este mal!
El rosal no es adulto y su vida impaciente
se consume al dar flores precipitadamente.
Con desaciertos propios de una aprendiz, y de una joven que es madre soltera que aun no consigue desprenderse de su condición de emigrante, en este libro que en tiempos futuros ella misma crítica, alcanza lo que hasta entonces ninguna mujer en su país había logrado: su independencia y libertad para expresarse.
Lo que si es que atrae fuertes comentarios por la intensidad sensual, atrevida para la época, que desde siempre matizo sus escritos, los que se amarró conjuntamente a una vida más justa para la mujer, con apertura, igualdades y sin tabúes; lo defiende con uñas y dientes manifestados con una pluma y un papel.
Continúa su carrera. Escribe “El dulce daño” (1918), “Irremediablemente” (1919) y “Languidez” en 1920. Con éste último consigue el primer Premio Municipal de Poesía y el segundo Premio Nacional de Literatura. Su situación económica mejora. Su aceptación también. Gracias a su inteligencia, su ingenio y porque no, a su picardía, consigue sumarse a los círculos literarios que tanto anhelaba.
Ahora su visión ha madurado. Se dedica a aprender a controlar las forma del verso y el ritmo. Participa intensamente en tertulias, continúa impartiendo clases incluyendo las teatro. Escribía artículos en periódicos nacionales de carácter crítico. Siempre se preocupaba por las situaciones sociales, económicas y políticas de la sociedad. Otra razón que la hacía diferente a las demás mujeres de su época. Incluso algunos decían que poseía rasgos masculinos. <
VEINTE SIGLOS
Para decirte, amor, que te deseo,
sin los rubores falsos del instinto.
Estuve atada como Prometeo,
pero una tarde me salí del cinto.
Son veinte siglos que movió mi mano
para poder decirte sin rubores:
"Que la luz edifique mis amores".
¡Son veinte siglos los que alzo mi mano!
Pasan las flechas sobre mis cabellos,
pasan las flechas, aguzados dardos...
¡Son veinte siglos de terribles fardos!
Sentí su peso al libertarme de ellos.
En el 1925 escribe Ocre, obra “que marca un cambio en su poesía. Pasa de la imitación a la innovación”. Pone de manifiesto ahora sus vivencias personales, tan intensas tan profundas, tan apasionadas. Tiene más confianza y seguridad. Su alma quiere libre, volar sin riesgo, con el anhelo de huir del sufrimiento: el que se siempre sufre, del que nunca escapa.
Ella
A Alfonsina, su aire la delata fresca ante sus contemporáneos, muy lejos de una joven que se aferra en historias de “ y fueron felices para siempre”. No es para menos. Desde niña saborea el amargo sabor de la escasez, la perdida y el dolor. Su primer biógrafo, Conrado Nalé Roxlo, explicaba que para describir a la Storni, se necesitaba algo más que una fotografía, pues como no le gustaban, posaba forzadamente. El autor logra una descripción adecuada e interesante que vale la pena mencionar:
“Averiguar cómo era físicamente Alfonsina, es encontrar contradicciones que surgen de la opinión de quienes la trataron. Unos aseguran rotundamente que era fea; otros con la misma convicción que era linda, y algunos tienen que hacer un gran esfuerzo para recordar su rostro. La clave del enigma…para nosotros es que no era físicamente, sino expresivamente. Su rostro vivía de adentro hacia afuera, y lo que dejaba, más que una imagen, era una impresión”.
Su caricatura fotográfica nos otorga cierta gracia irónica, detalle que sobresalía en sus poemas. Así misma se definía apasionada, pero no fuera de control: “Yo no soy erótica, una desenfadada, una especie de esponja de vida. Apasionada, Por qué no? Pero la pasión puede ser clara, espiritual, sin malicia. Soy un alma que gobierna un cuerpo, no un cuerpo que arrastra a tirones un alma”.
Es de naturalidad rebelde, toma decisiones radicales y busca a toda costa tallar su propio camino, imponiendo su voluntad, sus gustos, sus ideas. Ya era de manejo público que no le rendía cuentas a nadie de como manejaba su vida.
Soneto a la mujer que aparece en mis retratos
Subterránea mujer de mis retratos,
De rostro oscuro y lacia cabellera,
Perdida tengo en ti mi primavera
Que, aunque segunda, reflorece a ratos.
¿Por qué conmigo haces tan malos tratos?
¿Por qué me vuelves torpe la manera?
¿Muñón deforme la nariz reidera?
¿Los discretillos ojos garabatos?
Te he dado vida y me odias despiadada
No te pedía que me hicieras hada:
Una mujer común que tiene acento.
Pero al bromuro o sepia te me enconas,
Y, ya fuera ti, gritas, pregonas,
Contra tu propia madre a todo viento.
30 diciembre 1932, revista El Hogar.
Algo que escribí sobre ella. No salió en el libro. Era "too much" jejejee.
Su alma quiere libre, volar sin riesgo, con el anhelo de huir del sufrimiento: del que siempre sufre, del que nunca escapa.
Que te persiguió hasta morir como sirena entre los corales y la espuma del mar. Despertaste al morir los muertos que yacían dentro de los cuerpos circulantes sin saber que en su existencia había algo más que tejidos envueltos de sangre. Una voz sórdida que gritaba justicia, que significa lucha, reivindicación e igualdad.
Tal vez pretendías fundirte para buscar las profundidades inalcanzables que sólo encuentran los inmortales en el tiempo. Aquellos que sobreviven al peso de los años, y no terminan su vida con el expiro de su aliento. Tu alma flota entre la brisa para darle un matiz distinto, translúcido y seductor, que sólo perciben los que saben hacerlo.
Con tu poesía lograste izar la llama revolucionaria . Un grito desesperado arraigado en el desamor, el dolor compartido, para compensar un sufrimiento ajeno, para calmar las ansias que muchos tenemos de gritar pero nos carcome el temor. Nos asusta enfrentar la realidad y tememos descubrir lo incierto, lo lúgubre, lo ruin, lo degenerado, lo injusto.
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