lunes, julio 07, 2008

El manto


Imagino su rostro, marcado por el dolor, mas que por la propia enfermedad, por el desprecio de ser considerada impura. Imagino también como deseaba pasar desapercibida. Que nadie notase su presencia para no recibir desprecio, asco.
Doce años. Un largo tiempo de angustia, tristeza, de rabia. Pero ese día, vió una luz y no dudó ni un momento en seguirla. Que podía perder. Nada. Y ganar? Todo, si al fin lograba deshacerse de ese odioso mal.
Esa mujer tuvo la osadía, -sí- el atrevimiento de tocarlo. Pues en esa época, todo a lo que se acercaba, era considado impuro. Donde quiera que estaba, dejaba ese halo "turbio" y nadie se atrevía siquiera a asomarse. No querían contaminarse de ella, por ella.
Imagino lo nerviosa que estaba y el gran esuerzo que hizo para llegar hasta El. Valió la pena? Si. Lo tocó. Más bien, tocó su manto. Pero es que ella "creía" que con sólo tocar el "borde de su manto, se curaría". De repente sintió como por primera vez despues de doce años, su flujo se detuvo. Enseguida, aquel “hombre” sobre el que tanto había escuchado, se dió la vuelta, pues sintió el poder, “la fuerza” que salió de El. Atemorizada se escondió cuando preguntó quien lo había tocado. Había tanta gente a su alrededor, que sus discípulos le reprocharon tal asombro. Pero continuo mirándo, buscando a esa persona. La mujer, asustada, salió de su rincón, “se arrojó a su pies” y le confesó la verdad. Distinto a lo que pensaba, Aquel hombre no la juzgó, ni la despreció. Por el contrario. Le dijo: “Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad”. -Que alivio-, debió pensar para sus adentro. Al fin sana.

Cuantas veces nos sentimos impuros, podridos, incapaces por ello de acercarnos a Dios. Sin embargo, a El no le importa eso. El quiere recibirnos así, como estamos, para que podamos quedar limpios, sanos. Si esperamos a estar bien para acercanos a Jesús, entonces no lo haremos nunca. Más bien, tenemos que postrarnos a sus pies, atrevernos como esta mujer a tocarlo, para que El nos transforme.
Lo sé. Da miedo. Pensamos en lo que diran los demás, y nos gana la vergüenza, la cobardía. El sentirme no “digno/a”, pero pregunto, quién lo es?
Sólo tenemos que creer y todo será posible. Si creemos en un Dios grande, entonces recibiremos grandes bendiciones, grandes milagros. Para que Jesús haga su obra, necesita de “enfermos” no de sanos. Ánimo, como le dijo Jesús a esta mujer. Atrévete a tocar su manto. Y si crees que estás lejos, es mentira. Pedro tambien lo creyó cuando al caminar sobre las aguas empezó a hundirse. Pero bastó con llamar a Jesús, para que encontrara de inmediato su brazo que lo rescataba y que luego, abrazado a El, lo ponía a salvo. Esa es la distancia que nos separa: la de clamarle a Jesús, que está esperando ansioso que nos arrojemos a sus brazos para sostenernos, para cambiar al fin nuestro lamento en gozo. Pero hay que atreverse. No tengas miedo. “Nunca hemos estado lejos” dice una canción de Martín V. Compruebalo. Nunca nadie que ha confiado en El, ha quedado jamás defraudado. Estoy segura que no serás el primero o la primera en serlo. Anda, Jesús te espera.

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