Tal y como lo dijera el Párroco de Guachupita, Gabriel Vidal: No somos noticia nunca, ahora somos noticia porque somos tragedia. Pero en una semana se olvidan de Guachupita, de la Ciénaga y de todos los barrios".
¡Qué gran verdad! Las autoridades llegan después que se "apaga el fuego", entonces después quieren prometer ayuda y solidaridad. La escena la protagoniza esta vez una familia casi completa y otra residente del populoso barrio de Guachupita, las cuales perdieron la vida bajo los escombros de sus viviendas, mismas que sucumbieron ante las lluvias que dejó a su paso la tormenta Gustav. Un hecho sumamente lamentable, que se torna más conmovedor al constatar las declaraciones de Mario Esteban Vólquez, padre y esposo de las víctimas, quien dice haber perdido todo y que prefirió morir con ellos.
El derrumbe, ocurrido a tempranas horas de la madrugada del miércoles, dejó sin vida a los seis hijos y a esposa de Esteban. Además de que arrastró su pobre vivienda y todo lo que ella albergaba. Su lamento y desesperación no es para menos. Por eso insiste en que debió estar ahí en el momento en que la tierra sepultaba sus cuerpos vulnerables; lo que no ocurrió porque se encontraba trabajando en su puesto de vigilante nocturno en la CAASD.
No es posible que ahora"todo el mundo" quieran venir a dar la cara, cuando hace años que este problema late es esta comunidad. Después de ocho muertos quieren salir corriendo, a hacer promesas que, Dios quiera, no se queden en el aire, como es costumbre.
La pena me invade. Con tantas cosas a mi alrededor, con tantas crisis, con tanto dolor, con tanta pobreza, con tanto desasosiego… siento impotencia ajena, como si lo viviera en carne propia. Tal vez si lo vivo, pero desde otra perspectiva.
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