A una muy querida compañera de trabajo se le murió su esposo en un trágico accidente. Su nombre es Marlen. Ella es una persona de esas que es imposible no querer. Es dulce, buena amiga y consejera, dispuesta, amable... en fin. Es de las que parece no tener defectos, y aunque los tiene, sus cualidades le hacen sombra.
Una de las actitudes que más admiro de ella es su optimismo. Su manera tan brillante de ver la vida, aunque tenga mil problemas. En los tres años de conocerla, rara vez la he visto enojada o triste. Ella siempre lleva una sonrisa impresa en su rostro, que se amplia cuando te ve y te abraza. Es preciosa.
Pero ahora, ese rostro alegre y esa risa amplia han menguado. No es para menos. Ver a su esposo, (que ha sido su única pareja y a quien conoce desde los 14 años) partir de una forma tan trágica e inesperada a la vez, y ver a sus dos hijas sufrir, es un golpe muy fuerte para ella. Por eso les pido a todos los que lean este post, que oren por Marlen. Que le pidan a Dios que le de consuelo y paz en este momento tan duro. Que el consuelo llegue a su vida en medio de tanta tristeza.
A pesar de todo, ella no ha renegado de Dios y mantiene una actitud firme y de confianza en Él que es sorprendente. Sigamos orando por eso también. Porque Dios le siga dando la fortaleza para asumir este problema y los que vengan con esperanza y fe. No para entender, sino para aceptar ante todo la voluntad de Dios, que es perfecta.
Y aprovecho el momento para hacerles una pregunta, recordando algo que mi amigo Miguel escribió hace varios días. ¿Qué le pasaría a tu fe si algo así te sucediera? ¿Dejarías de creer? ¿Te volverías en contra de Dios? O harías como Job, que dijo: "Si he aceptado de Dios lo bueno, ¿por qué no aceptaremos también lo malo? Yavé me lo dio, Yavé me lo ha quitado, ¡que su nombre sea bendito!".
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