Salí a la calle envuelta en un turbante. Debo protegerme del clima, de la lluvía que amenaza con cubrir algunas zonas del país por estos días.
Al igual que yo, muchos andan con su paraguas. Las "damas" que no tienen su pañuelo, llevan un gorrito plástico, (el que se usa para bañarse o calentar un tinte) que casi siempre es estampado, con floresitas amarillas o algo parecido.
Para evitar que se mojen, la "gente" se embrolla los pantalones un poco, a la altura de los tobillos. Andar por la calle, a pie, un día de estos, es toda una aventura, que consta de un sinnúmero de peculiaridades que le son características. Por ejemplo, las mujeres llegan en "tubi" o anchoitas al trabajo para evitar que se les "engrife" el pelo. Andan en calipsos para evitar que se le mojen los zapatos, que llevan en una funda adicional, más allá de la cartera, el bulto de comida y el macuto de ir al salón, porque siempre que una se antoja de lavarse la cabeza, llueve. Ah! Aparte de la sombrilla, que si es muy grande, no se puede llevar en la cartera. Y los cuadernos y libros de la universidad. Lo más lindo es cuando en este situación, suena el celular y hay que hacer malabares para contestar la llamada. Es un espectáculo digno de admirar y exclusivo de la mujer. Es muy raro ver a un hombre cargado con algo más que no sea su carnet y su comida.
Pero el asunto que hoy me inquieta no es la lluvia ni la destreza de la mujer para manejar varias situaciones a la vez. Lo que se llama "multitasking" en inglés.
El preámbulo obligado de hoy me lleva hacia las constantes protestas que estamos viviendo en estos días. Las noticias no hacen más que anunciar las denuncias que hay en los barrios, tanto de la capital como del interior del país. Además, de los apagones, accidentes, muertes y pesquisas que descubren la drogas que parecen anegar más al país que la misma lluvia. Hay una alerta general que preocupa más que las fuertes lluvias y rafagas de viento que anunció bien temprano la ingeniera Gloria Ceballos, directora de la Oficina Nacional de Meteorología. Estamos a la expectativa de inundaciones, más de la que ya es víctima la región Sur del país, con la crecida y salinidad del Lago Enriquillo y el Saumatre, que amenaza no sólo las plantaciones de los pobres campesinos, sino también el habitat del Cocodrilo. A todo esto se suma la indiferencia de los funcionarios encargados de corregir estos males, de hacer "algo", y que se hacen de la vista gorda, mientras los pobres ven diluirse en el pozo de la desesperación las cientos de promesas, palabra que poco a poco, está perdiendo más su sentido. Mi más "sentido" pésame para ella, que yace herida en la boca de los políticos avaros de este país, destruyéndola.
Me sorprende como pueden muchos andar en su "yipetas" con los cristales subidos y el aire full, indiferentes ante tanta pobreza, tanta maldad, tanto dolor, mientras chatean por su "bb" o dan la orden a un Amet, para que haga tapones y desespere al pueblo, mientras el puede pasar sin traumas por cualquier semáforo.
Cierro los ojos y miro cuantos extremos hay en este mundo a causa del hambre insaciable de poder y de riqueza que tiene el hombre. El mismo hombre que Dios hizo a su imagen y semejanza...
Me detengo, con un apreton en el corazón que me retuerce. No quiero llorar. Quiero hacer algo. Levantar mi voz en favor de aquellos que están roncos por tanto gritar. De llevar luz a aquellos que sólo han vivido en tinieblas. De ser esperanza para aquellos que nunca han tenido fe, por culpa tal vez hasta mia; de un mundo que no se conduele de ellos.
Poder levantar a muchos caídos y detener al menos un poco de la injusticia que "por unas monedas" pretende enfermar de cáncer el país con una cementera. Hasta dónde llegará el hombre por su ambición. ¿Hasta dónde?
Y es normal que nadie crea en nadie, cuando los mismos que deben protegernos del mal, son los que nos atacan, nos encalloñonan sin compasión y nos aniquilan. Como creer si quienes nos gobiernan, solo piensan en incrementar los millones de que tienes en los bancos, a costilla del pueblo, que no soporta más llagas.
No quiero ser pesimista, porque no lo soy. Pero comprendo el llanto de la gente, la indignación del pobre que no encuentra empleo aun esté preparado; de la tristeza del enfermo que no tiene para comprar sus medicamentos; del que se empobrece pagando impuestos, para que unos "chulos" se echen fresco en su casa, sin dar un golpe ni de Karate, pues su "botella" le basta. Del que se humilla por un sueldo mínimo porque no está pegado. Del que lo discriminan por su color de piel o por que no tiene un apellido "conocido".
Yo también me siento cansada de ver la hipocresía y el cinismo de quienes nos representan ensacados levantando sus manos y, de los que hablan disparates, creyendo que van a marear al pueblo con espejitos, porque todavía creen que estamos en la época de la colonia y que somos indios...
El pronóstico no nos augura nada bueno... pero hay que hacer y creer. Luchar con fe y dignidad. No dejar que nos nublen la esperanza, aunque de paso, nos parezca imposible.
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